Había una vez una familia de personas que por tener tantas cosas modernas se aburría.
Esa familia tenía 2 hijos, una madre y un padre.
Un día, uno de sus hijos se fue al parque y... ¡¡Detrás de un arbusto había una máquina del tiempo!!
En ella se encontraba una familia de cavernícolas compuesta por 1 hijo, una madre y un padre.
El niño que fue al parque fue corriendo a su casa para contárselo a su madre.
Mientras tanto, la familia de cavernícolas estaba aterrorizada con la vida moderna.
La madre del niño moderno dijo que deberían hablar con la otra familia y llamar al programa de ''Me cambio de casa'' para probar nuevas sensaciones.
Al principio a todos les gustó la idea.
Aunque costó un poco convencer a la familia de cavernícolas, unos científicos arreglaron la máquina del tiempo para poder viajar al pasado.
Ya una vez organizado todo y cada familia en su casa nueva empezaron los problemas.
La familia moderna estaba ¡¡desesperada!! Porque... no tenían móviles, psp, nds3ds, tele y mucho menos un ordenador.
La familia de cavernícolas estaba ya para reventar. Le estaban pegando con un bate de beísbol a la tele, se quemaban con la vitrocerámica y les daban mucho miedo las cosas que aparecían en el ordenador; y pensaron..."estos son brujos que nos quieren asesinar".
En menos de 24h cada familia regresó a su hogar y ya sí que no se aburrirían nunca más.
miércoles, 13 de junio de 2012
domingo, 10 de junio de 2012
martes, 5 de junio de 2012
AMNESIA
Hoy tengo el honor de poder traer a este blog un relato de una antigua alumna mía.
Durante los dos años que estuvo en mi clase pude ver lo buena escritora que podía llegar a ser, no sólo por su buena redacción sino también, muy importante, por la originalidad de sus narraciones.
Y vaya aquí una muestra.
Este curso ha ganado el primer premio de relato breve en su instituto con esta narración que nos permite poner aquí.
¡Qué orgulllosa me siento de ti! Gracias. Carol.
Y entonces desperté.
-Cariño… ¿Estás mejor? ¡Qué bien que te hayas levantado ya!
Mi madre salió de la habitación, casi brincando de la alegría, a traerme un vaso de Cola-Cao y unas magdalenas.
Mientras tanto me levanté cuidadosamente y, mientras me observaba en el espejo de mi habitación, empecé a recordar el horrible sueño que había tenido.
Me estaba peinando el pelo con los dedos cuando de repente, ahogué un grito. Tenía una cinta roja atada a la muñeca.
CAROLINA DONCEL PINA
Durante los dos años que estuvo en mi clase pude ver lo buena escritora que podía llegar a ser, no sólo por su buena redacción sino también, muy importante, por la originalidad de sus narraciones.
Y vaya aquí una muestra.
Este curso ha ganado el primer premio de relato breve en su instituto con esta narración que nos permite poner aquí.
¡Qué orgulllosa me siento de ti! Gracias. Carol.
AMNESIA
Me sentía sola, a pesar de estar en
la misma casa de mis padres… Aunque ellos parecían demasiado ocupados para
hacerme algún caso.
No recordaba cómo me llamaba, dónde
estaba y qué hacía allí.
Estaba sentada en una esquina de una
habitación, magullada, con unos vaqueros rajados y una camiseta gris y vieja,
que me quedaba un poco grande. El sudor me glaseaba las mejillas y no podía
dejar de pasear la mirada por la habitación rápidamente, consiguiendo así
marearme aún más.
No tenía miedo, o eso me repetía
continuamente para así tranquilizarme. Resultó en vano. Intenté levantarme
pero, una vez incorporada sentí un pitido en mis oídos y un gran mareo, y
aunque intenté agarrarme a algo, me caí. Sentí el frío del suelo bajo mi
cuerpo. Di media vuelta y comencé a arrastrarme hacia la puerta. Me agarré al
pomo de esta y fui levantándome poco a poco hasta ponerme de pie. Lo miré
insegura y, finalmente, lo giré temblando. Abrí la puerta lentamente y me caí
de nuevo. No sentí ningún dolor, ya que estaba demasiado ocupada observando el
pasillo.
Fui a rastras hacia la salida,
intentando pasar desapercibida. Se podía oír a mi madre cocinar y a mi padre
viendo la televisión y leyendo el periódico. El estaba trajeado; acababa de
llegar de trabajar.
Aún no estaba segura de que fuesen
mis padres. De todas maneras, no se preocupaban por mí. Demasiado ocupados.
Me acerqué a la puerta decidida a
salir. Podía ver la luz que se filtraba por debajo de la puerta y un olor a
cera recién pulida penetró por debajo de ésta.
Me lo tomé como una señal. Miré
hacia arriba y agarré el pomo con las dos manos una vez más. Decidida,
rápidamente conseguí levantarme. Tuve la corazonada de que no me caería más.
Abrí la puerta, salí y la volví a cerrar.
Solté el pomo lentamente y me di la
vuelta. Vivía en un piso y estaba en la sexta planta. Bajé rápidamente las
escaleras y me acerqué a la puerta de cristal con barrotes que me iba a
permitir el paso a la calle.
La abrí rápidamente, ya que me daba
la sensación de que ahí dentro alguien me observaba. De inmediato, al abrirla,
una especie de avalancha de sonidos atronadores me asustó un poco, pero seguí
saliendo del edificio.
En lo primero que me fijé fue en la
luminosidad. Me hacía daño en los ojos. Todo parecía gris, incluso el cielo.
Me acerqué a una farola forrada de
publicidad y carteles. Sólo uno me llamó la atención. Uno que era completamente
en blanco y negro, a excepción de una cinta roja que llevaba una chica en la
muñeca, en una foto que ponía “Se busca”.
Esa niña era muy parecida a mí…
Claro que yo no llevaba una cinta roja en la muñeca.
De repente una muchacha idéntica a
la de la foto, me cogió de la muñeca.
Yo la seguí, gritando y
resistiéndome, pero me cogió del brazo y, con el esfuerzo, me desmayé.
Y entonces desperté.
Llevaba un pijama violeta claro y
estaba tumbada en una cama calentita y mullida. Empecé a pensar y pude recordar
mi nombre, donde estaba y…
-Cariño… ¿Estás mejor? ¡Qué bien que te hayas levantado ya!
-¡Mamá!- grité. Estaba muy contenta
de haberla reconocido. Se acercó a mí, se sentó en mi cama y nos fundimos en un
abrazo.
Me contó que hacia unas semanas
había tenido un accidente yendo al instituto y que había caído en un sueño muy
profundo. También mencionó que los doctores temían que cuando despertara
pudiera tener amnesia. Mi madre salió de la habitación, casi brincando de la alegría, a traerme un vaso de Cola-Cao y unas magdalenas.
Mientras tanto me levanté cuidadosamente y, mientras me observaba en el espejo de mi habitación, empecé a recordar el horrible sueño que había tenido.
Me estaba peinando el pelo con los dedos cuando de repente, ahogué un grito. Tenía una cinta roja atada a la muñeca.
CAROLINA DONCEL PINA
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